martes, 23 de febrero de 2010

Cold ocean.01

Era invierno del 2004, a pesar de que en esta ciudad ya casi no existían las estaciones aún tenían las entupidas fechas, quizás para mantener la esperanza que la mano de dios nos ayudaría a reponer todos los cristales rotos sobre esta tierra. No puedo decir que esta era una gran ciudad con edificios, y lugares de diversión para gente joven cuando la verdad es que el 90% de la población son personas mayores de 60, si… es una ciudad vieja y la verdad no me molestaba para nada. Bueno es un poco solitario, ni escuelas encontraras aquí, para asistir a una debes viajar al menos 2 horas a un pueblo cercano.

Se preguntaran que diablos hago yo metida aquí, y eso mismo me vengo cuestionando yo misma hace unos cuantos días, pero por algo el destino me trajo aquí…al menos eso quiero creer.

Me llamo Marie, tengo 19 años y no, no Morí atropellada ni tampoco si reenvías esta carta a menos de 5 personas apareceré en tu espejo mañana a las 12 de la noche, no me queda tiempo para eso. La verdad es que si, pero no estoy gastando mis lápices ni mis palabras sin ningún fin. Nunca fui una niña común y corriente, no soy gótica ni mucho menos de las populares, más bien pase desapercibida la mayor parte del tiempo durante mi adolescencia, allí fue cuando comencé a escribir novelas. Mis padres lo odiaban, y ahora los entiendo me veían allí sola, casi como escondida del mundo, metida entre miles de hojas rebosantes de palabras sin sentido, ideas, imaginación, llantos, risas. Fue en el último año de escuela cuando decidí que quería ser escritora, por conclusión… no iba a ir a una universidad, lo cual trae como consecuencia: Padres totalmente Angustiados. Desperdicie todo un año vagando dentro de mi mente, mi madre ya no me dirigía la palabra y yo me convertí en la peor deshonra de mi padre y claro… de toda la familia, “tanta inteligencia perdida” “no has considerado medicina?”… claro que no.

Decidí rayar mi propio camino, largándome de ese nido sofocante que comúnmente llaman hogar, la verdad es que a nadie le importo demasiado, tomé el tren el 7 de diciembre de el año pasado a las 6:30 de la mañana bajo un cielo apenas celeste rumbo a rainford, hora de llegada aproximada: 1 de la tarde.

El extraño a mi lado era sin lugar a dudas…. Otro anciano. Ya no me sorprendía luego de que el señor que cortaba mi ticket me digiera “hace mucho tiempo que no veía un rostro joven rumbo a rainford” me pareció extraño pero luego comprendí, cuando entre al tren y vi solo cabezas canosas.

Y aquí me tienen 6 meses después, perdida en un sueño y esperando por inspiración.

Vivo en una casa demasiado grande para una persona, los 5 cuartos, las 3 baños y la enorme cocina pasaban casi sin uso, la única razón que me hizo pagar por esto, fue la sala, la chimenea y el curioso tercer piso… se preguntaran por que, simplemente no tiene techo, bueno si lo tiene, pero es de vidrio, puedo ver las estrellas cada noche y la luna en todo su esplendor, me hace sentir que no estoy tan sola. Claro, también el bajo precio en que la señora Clarisse me ofreció quedarme fue un gran empujón para decir “si”.

De mis padres no he sabido nada desde hace ya sus 3 meses y estoy…completamente sola.

Salí a comprar algunas cosas para la casa, me subí a mi auto, que no era la gran cosa, pero para la ciudad donde la mayoría de ellos dotan de 1965 el mío llamaba la atención, los abuelitos tiernamente lo llamaban “el auto verde”, si… yo era “la inconfundible jovencita del auto verde”. Como sea, conduje tranquilamente hasta la tienda de la señora Greedwink “Víveres greedwink”,

-Bienvenida hija…- dijo levantándose a penas de la silla donde reposaba hasta antes de que yo llegara. –Hola señora, no no se levante..- dije.

- AHÍ DIOS… si no es problema, que te trae por aquí corazón?- Me sonrío con su dentadura gastada, pero sus ojos brillantes como si disfrutara cada vez que entrara un cliente, como si fuera la primera vez que alguien dejaba un misero dólar sobre el mesón.-Vengo en busca de un poco de leche, cereal y alguna salsa para pastas, pero no se preocupe, no le molesta si paso a buscarlas yo misma? Digo…para que no…- Le ofrecí, pero ella me interrumpió.- Hay hija pasa pasa con confianza ve busca, muchas gracias.

Camine en ese pequeño espacio, no se como la señora con sus 78 años podía seguir aquí, busque lo que necesitaba y busque dinero en los bolsillos de mi pantalón. –Allí tiene…- dije sonriente. –Gracias, vuelve cuando quieras…- me sonrío de vuelta.- Adiós.- me di media vuelta y partí cuando escuche su gastada voz – Marie! Se me olvidaba…- voltee y camine hacia ella. –Dígame señora…- Yo ya estoy muy vieja, ya sabes, me enfermo con mas frecuencia y el negocio ya no va tan bien… ya sabes porque tengo que cerrar mas temprano y esas cosas, me preguntaba si.. Tienes trabajo?- Me sorprendió y alegro al mismo tiempo –No no señora…- respondí tratando de no hacerme falsas expectativas – Quisieras trabajar aquí?- Me dijo mientras intentaba sentarse en ese gastado banco. – Por supuesto señora, MUCHAS GRACIAS DE VERDAD!- dije casi llorando de la alegría, necesitaba el dinero, lo que dejaba el ser columnista de una revista local para adolescentes un una ciudad donde casi no los hay no dejaba lo suficiente para mantenerme. – Claro que sería algunos días en las tardes y el día entero cuando yo me enferme…- dijo aguantando la risa de verme tan feliz. –CLARO CLARO!! Muchas gracias!!- Ven mañana mismo a las 4:30 de la tarde- me casi grito cuando yo ya iba saliendo de la tienda. – Aquí estaré!- le grite y me subí al auto.

Ya que no tenía mucho más que hacer, maneje media hora y llegue al mar, si nada mas yo vengo al mar en pleno invierno, pero dentro de sus gritos húmedos, entre el viento acuoso que solo allí encuentras quizás se esconda mi inspiración. Pase creo que al menos sus 2 horas bajo mi abrigo mirando como el mar se recogía una y otra vez, Moria y luego revivía en fracción de segundos, era como si todo fuera una utopia de pesadillas felices.

Maneje de regreso a eso de las 7 de la tarde, el sol empezaba a esconderse, la costanera permanecía vacía, solo yo y el ruido del motor.

Estacione frente a la puerta, prendí las luces y la chimenea, subí al tercer piso donde arme mi cama, y me acosté, sin haber ni siquiera encontrado una razón para seguir con mi novela de los Robincs.

Al día siguiente, la alarma sonó a eso de las 7 de la mañana, intente recuperar la razón y escapar de la niebla de los sueños por durante quince minutos, cuando por fin logre manejar mis 6 sentidos, puse los 2 pies fuera de la cama,

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